
A la muerte de Francisco el 21 de abril de 2025, se abre el período de Sede Vacante y 135 cardenales con derecho a voto –más de los 120 previstos por la normativa– se preparan para encerrarse en la Capilla Sixtina. Allí, aislados del mundo, elegirán al 267.º sucesor de Pedro mediante un rito que combina tradición medieval y protocolos afinados en el siglo XXI. El proceso –que arranca con el dramático “Extra omnes”, se dirime por mayorías de dos tercios y se anuncia al mundo con humo blanco– dura hoy, de media, apenas tres días, aunque en el pasado llegó a prolongarse casi tres años.
Historia del cónclave
La palabra cónclave procede de la expresión latina cum clave (“con llave”) y alude al encierro forzoso que ordenó el papa Gregorio X tras el interminable interregno de 1268‑1271. En aquel episodio –1 006 días sin pontífice– los magistrados de Viterbo llegaron a retirar el techo del palacio papal para presionar a los cardenales. Desde entonces, el Colegio Cardenalicio es el órgano exclusivo de elección (desde 1059) y, salvo contadas excepciones, se reúne en Roma.
“Los problemas de interferencias políticas en la elección papal dieron lugar a varias reformas tras el interregno de 1268‑1271”
En la Edad Contemporánea, los cónclaves se han vuelto sorprendentemente breves: desde 1900 ninguno ha superado los cinco días y el de 2013 concluyó en 26 horas. La diversificación del colegio –71 países representados en 2025– refleja la expansión global del catolicismo.
Reglamento actual y juramento “Extra omnes”
La constitución apostólica Universi Dominici Gregis (1996, revisada en 2013) sigue siendo la “biblia” del interregno. Su artículo 33 es taxativo:
“El derecho de elegir al Romano Pontífice pertenece únicamente a los cardenales de la Santa Iglesia Romana”
Solo los purpurados menores de 80 años pueden votar; en 2025 suman 135, de los cuales 108 fueron creados por Francisco. El cónclave debe comenzar entre 15 y 20 días después del funeral papal.
La ceremonia de apertura culmina con la orden “Extra omnes!” (“¡Fuera todos!”). En ese instante se cierran las puertas de la Sixtina, se desconectan teléfonos y la Guardia Suiza monta guardia externa.
Fases de votación y “receta” del humo
- Veni Creator & juramento de secreto. Cada cardenal toca los Evangelios y promete silencio so pena de excomunión.
- Scrutinium. Se escriben los nombres bajo la fórmula Eligo in Summum Pontificem. Tres escrutadores cantan los votos en voz alta y los ensartan con aguja.
- Combustio. Tras cada tanda, las papeletas se queman. Para evitar la “fumata gris” de antaño, desde 2005 se añaden químicos: perclorato de potasio, antraceno y azufre para el humo negro; clorato de potasio, lactosa y colofonia para el blanco.
- Frecuencia. Después del primer día (una votación), se celebran cuatro escrutinios diarios. Si tras 30 rondas no hay papa, se pasa a ballotaje entre los dos más votados.
Estadística clave
La duración media de los diez últimos cónclaves es de 3 días, muy lejos del récord de 1 006 días entre 1268 y 1271.
Tabla comparativa de cónclaves (1903‑2025)
A continuación se reescribe la tabla con los estilos solicitados y datos históricos relevantes:
Cónclave | Cardenales electores | Votaciones | Duración (días) | Papa electo |
---|---|---|---|---|
1903 | 62 | 7 | 4 | Pío X |
Agosto 1978 | 111 | 4 | 2 | Juan Pablo I |
Octubre 1978 | 111 | 8 | 3 | Juan Pablo II |
2005 | 115 | 4 | 2 | Benedicto XVI |
2013 | 115 | 5 | 2 | Francisco |
2025 (estimado) | 135 | ‑ | ‑ | ‑ |
Cómo leer la tabla
Los datos de 1903, 1978 y 2005 provienen de los archivos históricos de cada cónclave; el promedio de duración confirma la tendencia a procesos cada vez más ágiles.
¿Qué pasa después de la fumata blanca?
Una vez que un candidato acepta, se le conduce a la “Sala de las Lágrimas” para vestir sotana blanca en tres tallas (pequeña, mediana y grande) –un detalle práctico que “evita costuras de última hora”, bromean los ceremonieros. El cardenal protodiácono proclama el tradicional Habemus Papam desde la logia de San Pedro y el nuevo pontífice imparte la bendición Urbi et Orbi.
Soy Leonardo A. González, creo firmemente que todos merecen conocer la belleza y la sabiduría que se encuentran en la Biblia, y estoy comprometido en difundir ese mensaje de amor y esperanza a través de mis escritos.