
La imagen de un penacho blanco que se eleva desde la chimenea de la Capilla Sixtina, y pone fin al vacío de poder en la iglesia católica, recorre el mundo en segundos y despierta una vieja mezcla de curiosidad, devoción y solemnidad. Esa fumata blanca confirma que los cardenales reunidos en cónclave han elegido a un nuevo Pontífice, mientras que la fumata negra prolonga la expectativa. Pero ¿de dónde viene este código de colores? ¿Qué sustancias permiten colorear el humo con tanta nitidez? ¿Y cuándo volveremos a vivir el momento del Habemus Papam?
Origen medieval de la señal de humo
La costumbre de comunicar el resultado del cónclave mediante humo nació en el siglo XIII, cuando los electores quemaban paja húmeda junto con las papeletas para indicar que no había acuerdo y paja seca para proclamar la elección. Con el tiempo, esa práctica rudimentaria se consolidó como un símbolo litúrgico.
«La mezcla de paja y votos ardía como un suspiro colectivo: si el humo salía oscuro, Roma seguía esperando; si clareaba, el mundo ya tenía Papa», anota el cronista florentino Giacomo de Dormandia en 1271.
La fórmula latina Habemus Papam se oiría mucho después ―al menos desde 1484― como broche verbal de la fumata. El rito, siempre envolvente, sigue tres pasos invariables: aislamiento estricto de los cardenales (extra omnes), sucesivas votaciones secretas y quema de papeletas tras cada ronda. Hoy el sonido de las campanas de San Pedro subraya el instante en que el humo se vuelve blanco, para evitar dudas entre la multitud congregada.
Composición química del humo blanco
Hasta los años 50 bastaba papel y paja; sin embargo, la difusión planetaria de la televisión obligó al Vaticano a garantizar colores inequívocos. Desde el cónclave de 1963 se añaden compuestos fumígenos específicos. La Sala Stampa del Vaticano confirmó en 2013 la receta actual:
- Fumata blanca
- 250 g de clorato de potasio
- 200 g de lactosa en polvo
- 100 g de colofonia (resina de pino)
- Fumata negra
- 45 g de perclorato de potasio
- 65 g de antraceno
- 55 g de azufre
El clorato de potasio libera oxígeno y, al unirse con la lactosa, genera partículas muy finas que dispersan la luz y producen un blanco intenso. La colofonia aumenta la densidad y prolonga la columna de humo. En el caso del humo negro, el azufre y el antraceno aportan color oscuro y un olor acre inconfundible.
«La química se pone al servicio del símbolo para que nadie confunda el mensaje», explicó en 2013 el padre Federico Lombardi, entonces portavoz de la Santa Sede.
Tabla comparativa de las mezclas fumígenas
Color del humo | Principales componentes | Efecto óptico | Olor característico | Propósito litúrgico |
---|---|---|---|---|
Blanco | Clorato K, lactosa, colofonia | Dispersiones finas → Blanco brillante | Ligeramente dulce, resinoso | Anuncia la elección de Papa |
Negro | Perclorato K, antraceno, azufre | Partículas carbonosas → Negro denso | Picante, acre | Indica que no hay consenso |
Cuándo veremos la próxima fumata blanca
El fallecimiento del papa Francisco el 21 de abril de 2025 ha activado, de nuevo, las estrictas normas del periodo de sede vacante. El cónclave no puede demorarse más de 20 días, de modo que la primera votación podría celebrarse a principios de mayo. Participarán 135 cardenales con derecho a voto; se requieren dos tercios para la elección. Cinco siglos de historia demuestran que la duración media de un cónclave moderno ronda los tres días, pero los antecedentes también incluyen la fumata más breve (Pío XII en 1939, elegido en la tercera votación) y la más larga (Gregorio X en 1271, tras casi tres años de deliberaciones previas).
«Cuando la chimenea escupe humo blanco, no es solo un signo interno: más de 1 375 millones de católicos sienten que tienen pastor», recordó recientemente la agencia Fides al divulgar las últimas estadísticas globales.
Por tradición, la fumata blanca va seguida de la expresión Habemus Papam desde el balcón de San Pedro. Entonces, el nuevo pontífice impartirá la bendición urbi et orbi y la Capilla Sixtina recuperará el silencio… hasta el próximo cónclave.
Soy Leonardo A. González, creo firmemente que todos merecen conocer la belleza y la sabiduría que se encuentran en la Biblia, y estoy comprometido en difundir ese mensaje de amor y esperanza a través de mis escritos.