Hay muchas formas de leer un texto del Evangelio. Te presentamos cinco pasos para que puedas leerlo de tal forma que te prepare a orar.
Pasos para leer el Evangelio
Con cada uno de ellos sigue los siguientes pasos o, al menos, alguno de ellos:
- 1. En este pasaje, imagínate que eres uno de los personajes que interviene. ¿Qué te dice Jesús? ¿Qué le dices tú?
- 2. En este texto, ¿qué está queriendo decir el evangelista a aquella primera comunidad?
- 3. Subraya los verbos de acción de este texto y piensa en lo que quieren decirte.
- 4. Céntrate en los calificativos que pone el texto a los personajes. Identifícate con ellos.
- 5. Un sistema que siempre es útil es poner el texto en primera persona, como si fuera dirigido a mí personalmente: gana fuerza implicativa.
Textos evangélicos
- Primeros discípulos: Mateo 4, 18-25
Paseando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos: a Simón, el que llaman Pedro, y a Andrés, que estaban echando una red en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: “Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres”. Inmediatamente, dejaron las redes y lo siguieron.
Pasando adelante vio a otros dos hermanos: a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en la barca repasando sus redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó. Inmediatamente, dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Jesús recorría Galilea entera, enseñando en aquellas sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todo achaque y enfermedad del pueblo. Se hablaba de él en toda Siria: le traían enfermos con toda clase de enfermedades y dolores, endemoniados, epilépticos y paralíticos, y él los curaba. Le seguían multitudes. - Los dos ciegos: Mateo 9, 27-31
Cuando salió de allí o siguieron dos ciegos pidiéndole a gritos: “Ten compasión de nosotros, hijo de David”.
Al llegar a casa, se le acercaron los ciegos. Jesús les preguntó: “¿Tenéis fe en que puedo hacer eso?”
Contestaron: “Sí, Señor”.
Entonces les tocó los ojos diciendo: “Según la fe que tenéis, que se cumpla”.
Y se les abrieron los ojos. Jesús les avisó muy en serio: “Mirad que nadie se entere”.
Pero cuando salieron hablaron de él por toda aquella comarca. - Anda sobre el agua: Marcos 6, 47-52
Al anochecer estaba la barca en mitad del lago y Jesús solo en tierra. Viendo con qué fatiga remaban, porque tenían viento contrario, fue de madrugada en dirección a ellos andando por el lago, y estaba para pasarlos.
Ellos, viéndolo andar por el lago, pensaron que era un fantasma y empezaron a dar gritos, porque todos los vieron y se sobresaltaron. Pero él les habló en seguida y les dijo: “Ánimo, soy yo, no tengáis miedo”.
Subió a la barca con ellos y amainó el viento. Su estupor llegó al colmo, porque estaban ciegos y no habían comprendido nada. - La limosna de la viuda: Marcos 12, 41-44
Se sentó enfrente de la sala del tesoro, y observaba cómo la gente iba echando dinero en el cepillo; muchos ricos echaban en cantidad. Se acercó una viuda pobre y echó unos cuartos. Llamando a sus discípulos, les dijo: “Esa viuda, que es pobre, ha echado en el cepillo más que nadie, os lo aseguro. Porque todos han echado de lo que les sobra, mientras que ella ha echado de lo que le hace falta, todo lo que tenía para vivir. - La adúltera: Juan 8, 2-11
Al amanecer se presentó de nuevo en el templo. Acudió el pueblo en masa. Él se sentó y se puso a enseñarles. Los letrados y fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio, la pusieron en medio y le preguntaron: “Maestro, a esta mujer la han sorprendido en flagrante adulterio. La Ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras. Tú, ¿qué dices?”
Le preguntaban esto con mala idea, para tener de qué acusarlo. Jesús se inclinó y se puso a hacer dibujos con el dedo en el suelo. Como insistían en la pregunta, se incorporó y les dijo: “A ver, el que no tenga pecado, que le tire la primera piedra”.
Volvió a inclinarse y siguió escribiendo en la tierra. Al oír aquello fueron saliendo de uno en uno, empezando por los más viejos, y él se quedó solo con la mujer, que seguía allí adelante. Se incorporó y le preguntó: “¿Dónde están los otros? ¿Ninguno te ha condenado?”.
Contestó ella: “Ninguno, Señor”.
Jesús le dijo: “Pues yo tampoco te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a pecar”.
Soy Leonardo A. González, creo firmemente que todos merecen conocer la belleza y la sabiduría que se encuentran en la Biblia, y estoy comprometido en difundir ese mensaje de amor y esperanza a través de mis escritos.