Origen del Bautismo

El bautismo tiene una larga historia que se remonta a los orígenes del cristianismo y que ha experimentado diversas formas y significados a lo largo de los siglos.

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El bautismo es un rito de adopción y admisión al cristianismo que consiste en la aplicación de agua sobre una persona, generalmente en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Antecedentes judíos y paganos del bautismo

La palabra bautismo proviene del griego baptizo, que significa sumergir, como cuando se sumerge una pieza de tela en la tintura para teñirla. Los baños sagrados son comunes a muchas religiones antiguas, como los ritos eléusicos o el hinduismo y el budismo. En el contexto judío, la inmersión en agua se practicaba para la purificación legal y moral, especialmente antes de entrar en el templo o de participar en las fiestas. Los esenios, una secta judía ascética que vivía en el desierto de Qumrán, practicaban el bautismo como una forma de renovar su alianza con Dios y de prepararse para la llegada del Mesías.

Entre los judíos, también existía el rito del prosélito, que consistía en la conversión al judaísmo de los gentiles o no judíos. Este rito implicaba la circuncisión, el bautismo y el sacrificio de un animal. El bautismo de los prosélitos simbolizaba el abandono de su vida anterior y su incorporación al pueblo de Dios.

El bautismo de Juan el Bautista

Juan el Bautista fue un profeta judío que predicó en el desierto de Judea, llamando al pueblo a la conversión y al arrepentimiento de sus pecados. Juan bautizaba a sus seguidores en el río Jordán, como una señal de su preparación para el reino de Dios que estaba cerca. El bautismo de Juan era diferente al de los prosélitos, ya que no implicaba la entrada al judaísmo, sino la reforma del mismo. Además, Juan anunciaba la venida de uno más poderoso que él, que bautizaría con el Espíritu Santo y con fuego.

Entre los que acudieron al bautismo de Juan estaba Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios hecho hombre. Jesús se sometió al bautismo de Juan, no porque necesitara purificación, sino para cumplir con la voluntad de Dios y para identificarse con el pueblo pecador. Al salir del agua, el cielo se abrió y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma de paloma, mientras se escuchaba una voz que decía: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco». Este fue el momento en que Jesús fue ungido como el Mesías, el Cristo, el Salvador del mundo.

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El bautismo cristiano

Jesús, después de su bautismo, comenzó su ministerio público, predicando el evangelio del reino de Dios y realizando milagros y sanaciones. Jesús también bautizaba a sus discípulos, aunque no directamente, sino por medio de sus apóstoles. El bautismo de Jesús era superior al de Juan, ya que no solo purificaba de los pecados, sino que también comunicaba la gracia y el don del Espíritu Santo, que hacía a los bautizados hijos de Dios y miembros de su cuerpo, que es la Iglesia.

Antes de su pasión, muerte y resurrección, Jesús encomendó a sus apóstoles la misión de hacer discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que él les había mandado. Esta es la institución del bautismo cristiano, que se basa en la autoridad y el mandato de Jesús, y que se realiza en el nombre de la Trinidad, el misterio central de la fe cristiana.

Después de la ascensión de Jesús al cielo, los apóstoles recibieron el Espíritu Santo en el día de Pentecostés, y comenzaron a predicar el evangelio con valentía y con señales prodigiosas. Muchos de los que escuchaban la palabra se convertían y se bautizaban, formando la primera comunidad cristiana en Jerusalén. El bautismo era la puerta de entrada a la Iglesia, y suponía la participación en la muerte y resurrección de Cristo, el perdón de los pecados, la regeneración y la santificación por el Espíritu Santo, y la incorporación al cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia.

Formas y desarrollo del bautismo en la Iglesia primitiva

En general, existen tres formas de administrar el bautismo: por inmersión, por ablución o derramamiento, y por aspersión. La inmersión era la forma primitiva generalizada, y pervive en la etimología de la palabra bautismo. La ablución consiste en el derramamiento de agua sobre la cabeza, y la aspersión consiste en salpicar con agua. Estas dos últimas formas se usan cuando no es posible la inmersión, por razones de espacio, de clima o de salud.

La Iglesia católica, la Iglesia ortodoxa y algunas Iglesias protestantes históricas, como la anglicana, bautizan a los bebés por ablución. El bautismo por inmersión se suele aplicar en Iglesias protestantes, como las bautistas y evangélicas, además de en otras denominaciones cristianas, como La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, los Testigos de Jehová y la Iglesia adventista del séptimo día. También se practica en la Iglesia ortodoxa y en menor medida dentro de la Iglesia católica.

A partir del primer Concilio de Nicea (325 d. C.), la ceremonia del bautismo se realiza obligatoriamente con una triple inmersión o ablución, y el rito del bautismo propiamente dicho se centra en la invocación de la Trinidad sobre la persona que ha de ser bautizada. Hay variantes según el rito de cada Iglesia, pero el ejemplo básico es: “(Nombre…), yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.”

En la Iglesia primitiva, el bautismo se administraba normalmente a los adultos que se convertían al cristianismo, después de un periodo de catecumenado o preparación. El bautismo se celebraba en la noche de Pascua, como signo de la resurrección con Cristo. El bautismo se acompañaba de otros ritos, como la unción con el crisma, la imposición de las manos, la entrega de la vestidura blanca y la vela encendida

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El bautismo de los niños

El bautismo de los niños es una práctica que se remonta a los primeros siglos del cristianismo, y que se basa en la fe de la Iglesia y de los padres y padrinos que presentan al niño al bautismo. El bautismo de los niños expresa la gratuidad y la universalidad de la salvación que Dios ofrece a todos los hombres, sin distinción de edad, sexo, raza o condición. El bautismo de los niños también implica el compromiso de educar al niño en la fe y en la vida cristiana, con la ayuda de la comunidad eclesial.

La Iglesia católica, la Iglesia ortodoxa y algunas Iglesias protestantes históricas, como la anglicana, bautizan a los bebés por ablución. Otras Iglesias protestantes, como las bautistas y evangélicas, además de otras denominaciones cristianas, como La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, los Testigos de Jehová y la Iglesia adventista del séptimo día, rechazan el bautismo de los niños y solo bautizan a los adultos que profesan su fe personalmente. Estas Iglesias suelen practicar el bautismo por inmersión.

Los argumentos a favor y en contra del bautismo de los niños se basan en la interpretación de las Escrituras, la tradición de la Iglesia, la teología de la gracia y la naturaleza del pecado original. El debate sobre el bautismo de los niños es uno de los puntos de divergencia entre las distintas confesiones cristianas.

El bautismo en la actualidad

El bautismo es el sacramento de la iniciación cristiana, que introduce al bautizado en la vida de la gracia y en la comunión con la Iglesia. El bautismo es el fundamento de la unidad de todos los cristianos, ya que todos los bautizados son miembros del cuerpo de Cristo. El bautismo es también el requisito previo para recibir los demás sacramentos, especialmente la eucaristía y la confirmación, que completan la iniciación cristiana.

El bautismo se celebra normalmente en la iglesia, en presencia de la comunidad, y bajo la responsabilidad del obispo, el sacerdote o el diácono. El bautismo se administra con agua y con la fórmula trinitaria. El bautismo se acompaña de otros signos, como la unción con el crisma, la imposición de las manos, la entrega de la vestidura blanca y la vela encendida.

El bautismo implica una serie de efectos espirituales, como el perdón de los pecados, la regeneración y la santificación por el Espíritu Santo, la filiación divina, la incorporación a la Iglesia, el sacerdocio común de los fieles, el carácter indeleble y la vocación a la santidad y a la misión.

El bautismo es un don de Dios que exige una respuesta libre y consciente por parte del bautizado. El bautizado debe vivir conforme a su dignidad de hijo de Dios y de miembro de la Iglesia, siguiendo el ejemplo y las enseñanzas de Jesucristo, y participando activamente en la vida y la misión de la comunidad cristiana.

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