En el capítulo 3 de la primera carta de Juan, el autor se centra en el contraste entre el odio y el amor, y en cómo el amor debe verse en la vida del creyente cristiano. Pero ¿qué es el amor? Juan nos da la definición más clara y sublime en el versículo 16 de este capítulo:
“En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos” (1 Juan 3:16).
El amor que se entrega: el ejemplo de Jesús
Juan nos dice que hemos conocido el amor en que Jesús puso su vida por nosotros. Esta es la máxima expresión del amor, el amor que se entrega hasta el extremo, el amor que no busca su propio interés, sino el bien del otro. Jesús dio el ejemplo supremo de este tipo de amor al dar su propia vida en favor de los pecados del mundo (Juan 3:16; Hebreos 12:2). Jesús es el modelo de cómo debemos vivir nuestra vida (Juan 13:15-17).
Juan no se refiere solo a la muerte física de Jesús en la cruz, sino también a toda su vida de entrega y servicio. Jesús se hizo hombre por amor, se humilló por amor, se sometió a la voluntad del Padre por amor, se compadeció de los necesitados por amor, perdonó a los pecadores por amor, sanó a los enfermos por amor, alimentó a los hambrientos por amor, enseñó la verdad por amor, y finalmente, entregó su vida por amor.
El amor de Jesús no fue un sentimiento pasajero o superficial, sino una decisión firme y constante de hacer el bien, de buscar la gloria de Dios y la salvación de los hombres. El amor de Jesús fue un amor activo, que se tradujo en obras concretas de misericordia y justicia. El amor de Jesús fue un amor sacrificial, que no escatimó nada, ni siquiera su propia vida, para demostrar su fidelidad y su compasión.
El amor que se entrega: el desafío para los cristianos
Juan no se limita a describir el amor de Jesús, sino que nos interpela a seguir su ejemplo. Nos dice que también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Esto significa que el amor no es solo una cuestión de palabras o de sentimientos, sino de hechos y de verdad (1 Juan 3:18). Dios quiere que los creyentes no solo conozcamos su palabra, sino que la vivamos (Santiago 1:22), no solo que sintamos amor, sino que actuemos en beneficio de los demás (Mateo 15:4-9).
Pero ¿qué significa poner nuestra vida por los hermanos? Juan ciertamente tenía en mente más que la muerte física, aunque esto también podría aplicarse. Los versículos 17 y 18 añaden detalles adicionales sobre cómo ayudar a los necesitados, y mostrar que el amor de Dios permanece en nosotros (1 Juan 3:17). Esto implica compartir nuestros bienes con los que sufren pobreza, abrir nuestro corazón a los que buscan consuelo, ofrecer nuestra ayuda a los que requieren apoyo, defender la dignidad de los que son oprimidos, promover la paz entre los que están en conflicto, y proclamar el evangelio a los que no conocen a Cristo.
Poner nuestra vida por los hermanos no es una opción, sino un mandamiento. Es la prueba de que somos hijos de Dios y de que hemos nacido de nuevo por el Espíritu Santo (1 Juan 3:9-10). Es la forma de imitar a Jesús, que nos amó primero y nos hizo sus amigos (Juan 15:13-15). Es la manera de participar en su misión, que es la de dar vida abundante a todos los hombres (Juan 10:10).
El amor que se entrega: el fruto de la comunión
Juan nos dice que el propósito de su carta es que estemos en comunión con él y con los demás apóstoles, y que nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo (1 Juan 1:3). La comunión es la relación de amor, de amistad, de unidad, que existe entre Dios y los que creen en él, y entre los que creen en él. La comunión es el don más grande que Dios nos ha dado, y el que nos hace felices.
Pero la comunión no es algo que se da por hecho, sino que se debe cultivar y proteger. Juan nos advierte que hay cosas que pueden romper la comunión, como el pecado, el engaño, la mentira, la oscuridad, el odio, el mundo, el anticristo (1 Juan 1:6-10; 2:4-6; 2:15-17; 2:18-23; 3:10-12). Estas cosas nos alejan de Dios y de los demás, y nos hacen perder la vida eterna.
Para mantener la comunión, Juan nos exhorta a caminar en la luz, a confesar nuestros pecados, a guardar los mandamientos, a permanecer en la doctrina, a vencer al maligno, a reconocer al Hijo, a amarnos unos a otros (1 Juan 1:7-9; 2:1-3; 2:7-11; 2:24-25; 2:28-29; 3:1-3; 3:13-15). Estas cosas nos acercan a Dios y a los demás, y nos hacen tener la vida eterna.
El amor que se entrega es el fundamento y el fruto de la comunión. Sin amor no hay comunión, y sin comunión no hay amor. El amor que se entrega es el que nos hace entrar en la comunión, y el que nos hace permanecer en la comunión. El amor que se entrega es el que nos hace experimentar la comunión, y el que nos hace expresar la comunión.
Aclaración: 1 Juan 3:16 es un versículo distinto a Juan 3:16
Ambos versículos, Juan 3:16 y 1 Juan 3:16, expresan el amor de Dios. Pero son textos distintos y de contextos diferentes. Juan 3:16 está en el Evangelio de Juan, que cuenta la historia de Jesucristo. 1 Juan 3:16 está en la Primera Carta de Juan, que es una carta que el apóstol Juan mandó a las iglesias.
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Soy Leonardo A. González, creo firmemente que todos merecen conocer la belleza y la sabiduría que se encuentran en la Biblia, y estoy comprometido en difundir ese mensaje de amor y esperanza a través de mis escritos.