Origen, definición y contexto histórico
La perijóresis es un concepto teológico que tiene sus raíces en la tradición griega, y cuyo significado literal está asociado con la idea de rotación o girar alrededor. Inicialmente, el término se empleaba en la cristología para ilustrar la relación entre las dos naturalezas de Jesucristo: la divina y la humana. Este uso temprano se encuentra en los escritos del siglo VII, siendo Máximo el Confesor quien introdujo la forma sustantiva del término en su confrontación con los monotelitas, mientras que Gregorio Nacianceno había utilizado previamente la forma verbal (perijoléo).
Con el tiempo, la perijóresis adquirió una mayor relevancia dentro de la teología trinitaria. Este desarrollo fue impulsado por teólogos como el pseudo-Cirilo y, de manera más sistemática y solemne, por Juan Damasceno. En este contexto, la perijóresis describe la compenetración y coexistencia mutua de cada una de las personas de la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) dentro de las otras, sin mezcla ni confusión de sus hipóstasis, pero manteniendo una única esencia divina. Esta conceptualización subraya una circulación de amor entre las tres personas divinas, resaltando su inseparabilidad y comunión perfecta.
El uso del término en la teología trinitaria ayuda a expresar cómo, aunque distintas en persona, las tres entidades divinas están en una constante interrelación, unidas en una danza eterna de amor y compenetración. Así, la perijóresis no solo define la unidad de la Trinidad, sino también su dinámica relacional, ofreciendo una visión de Dios no simplemente como una substancia aislada, sino como una comunión viviente de amor.
La perijóresis en la teología trinitaria
En la teología trinitaria, la perijóresis se utiliza para explicar cómo las tres personas de la Trinidad no solo coexisten, sino que también se compenetran de manera íntima y eterna. Esta compenetración implica que cada persona de la Trinidad está presente en las otras dos, de manera que donde está el Padre, también están el Hijo y el Espíritu Santo. A pesar de esta compenetración, cada persona mantiene su identidad y función dentro de la divinidad. Por ejemplo, el Padre engendra al Hijo, el Hijo es engendrado y el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo (según la tradición occidental) o solo del Padre (según la tradición oriental).
La perijóresis trinitaria desafía la noción humana de separación y otorga una imagen de unidad en diversidad perfecta, donde las personas divinas existen en una comunión indivisible y dinámica. Esto contrasta con las explicaciones más estáticas y rígidas de la unidad divina, proporcionando una metáfora viva de la relación entre las personas divinas como un movimiento constante y armonioso, una danza de amor sin principio ni fin.
Este concepto no solo resalta la naturaleza interna de la Trinidad, sino que también tiene implicaciones sobre cómo entendemos la relación de Dios con el mundo. La perijóresis sugiere que el amor y la comunión son fundamentales no solo para la divinidad, sino también para la creación. Al entender a Dios como una comunión perfecta de amor, se invita a la humanidad a reflejar esta comunión en sus relaciones personales, sociales y con la creación misma.
Paralelismos y desarrollo en la tradición latina: circuminsessio y circumincessio
En la tradición latina, conceptos paralelos a la perijóresis se encuentran en los términos circuminsessio y circumincessio, los cuales significan «residir en torno» y «avanzar alrededor», respectivamente. Estos términos fueron utilizados para expresar la compenetración mutua de las personas de la Trinidad en la teología occidental, enriqueciendo el entendimiento teológico con un enfoque más personalista y afectivo.
A diferencia de la tradición oriental, que a menudo se centra en la oikonomía o administración divina y la relación de Dios con la creación, la tradición latina incorpora una perspectiva más introspectiva y relacional de las personas divinas. Figuras como Ricardo de San Víctor y Buenaventura desarrollaron esta comprensión a través de la idea de condilectio, o amor compartido, destacando la importancia de las relaciones interpersonales dentro de la divinidad misma.
Este enfoque ha permitido una aproximación teológica que no solo considera la unidad de la esencia divina, sino también la riqueza de las relaciones personales dentro de la Trinidad. En la teología latina, la perijóresis se convierte en un modelo para entender cómo la divinidad no es solo una unidad abstracta, sino un ente relacional y dinámico que refleja y promueve la comunicación y el amor en su ser. Esta comprensión teológica tiene implicaciones profundas para la espiritualidad y la vida comunitaria, sugiriendo que las relaciones humanas deben reflejar este patrón divino de interconexión y comunión.
Aplicaciones contemporáneas de la perijóresis
En la teología contemporánea, tanto católica como protestante, la perijóresis se ha revitalizado como un concepto fundamental para expresar la naturaleza de Dios como una comunión de amor y relación. Más allá de una simple descripción teológica, la perijóresis se emplea para presentar una imagen del Dios cristiano no solo como una substancia, sino como una realidad viva de relaciones perfectas y comunicativas.
La comprensión de la perijóresis no se limita al ámbito teológico, sino que también se aplica a la vida comunitaria y a la concepción de la humanidad en relación con Dios y entre sí. Al considerar la Trinidad como un modelo de comunión, los teólogos han extendido la perijóresis a la vida de la Iglesia y la sociedad, invitando a los cristianos a participar en una comunión que refleja la vida divina. Esto implica un desafío y una invitación a vivir en una interdependencia armoniosa, donde cada individuo contribuye al bienestar común sin perder su identidad personal.
Además, la perijóresis ofrece un marco para entender las relaciones humanas en sus diversas dimensiones: familiar, social y personal. Este modelo de comunión nos anima a ver nuestras interacciones no como competencias individuales, sino como oportunidades para reflejar la dinámica perijorética del amor y la compenetración que caracteriza a la Trinidad. Así, la perijóresis se convierte en una inspiración para la convivencia y la cooperación, donde el amor y el apoyo mutuo son la base de la comunidad.
Integración de las tradiciones oriental y occidental
Finalmente, la perijóresis ha jugado un papel crucial como puente teológico entre las tradiciones cristianas oriental y occidental, facilitando una comprensión más amplia y armoniosa del Dios trinitario. Mientras que la tradición oriental tiende a enfatizar la economía divina y la interrelación dinámica de las personas divinas, la occidental se centra más en la sustancia y las relaciones intratrinitarias.
La perijóresis, al enfatizar tanto la unidad como la diversidad de las personas divinas, ofrece un marco conceptual que acomoda ambas perspectivas. En la tradición oriental, la perijóresis resalta la danza eterna del amor tripersonal, mientras que en la occidental, sugiere una profunda conexión y comunión interna que trasciende las diferencias y mantiene la singularidad de cada persona divina.
Este concepto ha permitido a los teólogos traspasar las barreras entre las distintas interpretaciones teológicas, ofreciendo una visión más integradora y completa de la Trinidad. La perijóresis no solo reafirma la unidad y la interrelación de las personas divinas, sino que también nos invita a contemplar la posibilidad de un diálogo y una reconciliación más profundos entre las diversas tradiciones cristianas, subrayando que en la diversidad también puede encontrarse la unidad perfecta del amor divino.
Soy Leonardo A. González, creo firmemente que todos merecen conocer la belleza y la sabiduría que se encuentran en la Biblia, y estoy comprometido en difundir ese mensaje de amor y esperanza a través de mis escritos.