Testamento de Isabel la Católica

Lee el testamento completo de Isabel la Católica, un documento histórico que dictó la reina de Castilla el 12 de octubre de 1504, tres días antes de su muerte, en el que estableció sus últimas voluntades y nombró a su hija Juana como su heredera universal.

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Testamento de la Señora Reina Católica Doña Isabel, hecho en la villa de Medina del Campo, a doce de octubre del año 1504.

Quién fue Isabel la Católica

Isabel I de Castilla, más conocida como Isabel la católica, fue una de las reinas más influyentes y trascendentes de la historia de España. Junto con su esposo, Fernando II de Aragón, logró unificar los reinos de la península ibérica bajo una misma corona, impulsó la reconquista de Granada, apoyó el descubrimiento de América, reformó la administración y la justicia, fomentó la cultura y la educación, y promovió la unidad religiosa y la defensa de la fe católica.

Su testamento, redactado pocos días antes de su muerte, el 26 de noviembre de 1504, es un documento de gran valor histórico y jurídico, que refleja su personalidad, su visión política, su devoción religiosa y su preocupación por el futuro de sus reinos y de sus súbditos. En él, la reina dispuso su última voluntad sobre diversos asuntos, como la sucesión, el gobierno, la justicia, la hacienda, la Iglesia, la evangelización, la esclavitud, la nobleza, la familia y la sepultura.

La sucesión

El primer y principal asunto que trató Isabel en su testamento fue el de la sucesión de sus reinos y señoríos. La reina nombró como heredera universal a su hija mayor, Juana, casada con Felipe el Hermoso, archiduque de Austria y duque de Borgoña. Isabel reconoció a Juana como reina legítima y propietaria de sus dominios, y le pidió que respetara las leyes, los fueros, los privilegios y las costumbres de cada territorio, así como que mantuviera la unidad y la paz con su esposo, Fernando, y con sus hermanos, Isabel, María y Catalina.

Sin embargo, Isabel también tuvo en cuenta la delicada situación de Juana, que padecía una enfermedad mental que la incapacitaba para gobernar. Por eso, la reina estableció que, mientras Juana no estuviera en condiciones de ejercer su autoridad, el gobierno de sus reinos y señoríos correspondiera a su esposo, Fernando, como regente y tutor de su hija. Isabel le confió a Fernando la defensa, la administración y la reforma de sus dominios, y le exigió que respetara su voluntad y que no se casara sin el consentimiento de Juana y de sus hijos.

Isabel también previó la posibilidad de que Juana muriera sin dejar descendencia, o que renunciara a sus derechos, o que fuera declarada incapaz por las Cortes. En ese caso, la reina designó como heredero a su hijo menor, Juan, que había muerto en 1497, pero que había dejado una viuda embarazada, Margarita de Austria. Isabel dispuso que, si el hijo póstumo de Juan fuera varón, heredara sus reinos y señoríos, y que, si fuera hembra, pasara a su hermana Isabel, casada con el rey Manuel I de Portugal. En caso de que tampoco hubiera descendencia de Isabel, la herencia recaería en su hermana María, también casada con Manuel I, y, finalmente, en su hermana Catalina, casada con el príncipe Arturo de Inglaterra.

El gobierno

El segundo asunto que abordó Isabel en su testamento fue el del gobierno de sus reinos y señoríos. La reina dio una serie de instrucciones y recomendaciones a su esposo, Fernando, a su hija, Juana, y a sus sucesores, sobre cómo debían ejercer su autoridad y cómo debían tratar a sus súbditos. Isabel les pidió que gobernaran con justicia, prudencia, clemencia y piedad, que velaran por el bien común, que protegieran a los pobres, a los huérfanos, a las viudas y a los desamparados, que castigaran a los malhechores, que favorecieran a los leales y a los virtuosos, que respetaran a los prelados, a los nobles, a los caballeros y a los concejos, que mantuvieran la paz y la concordia entre los diversos reinos y provincias, que cuidaran de la hacienda y de las rentas reales, que fomentaran el comercio y la industria, que promovieran la cultura y la educación, y que honraran la memoria de sus antepasados y de sus benefactores.

Isabel también hizo algunas disposiciones concretas sobre el gobierno de sus reinos y señoríos, como la de que se nombraran buenos oficiales y consejeros, que se hicieran visitas y residencias periódicas, que se revisaran las cuentas y los registros, que se conservaran los archivos y las escrituras, que se respetaran los derechos y las libertades de las ciudades y villas, que se mantuvieran las fronteras y las fortalezas, que se apoyara a los descubridores y a los colonizadores de las Indias, que se atendiera a las necesidades de las islas Canarias, que se favoreciera la alianza con Portugal, que se evitara la guerra con Francia, que se mantuviera la amistad con Inglaterra, que se respetara la neutralidad con el Imperio, que se defendiera la causa del papa, y que se procurara la unión de los cristianos contra los infieles.

La justicia

El tercer asunto que trató Isabel en su testamento fue el de la justicia en sus reinos y señoríos. La reina mostró una gran preocupación por el buen funcionamiento de la administración de justicia, y por el cumplimiento de las leyes y de las sentencias. Isabel ordenó que se hiciera justicia a todos sus súbditos, sin distinción de estado, condición, sexo o edad, y que se les diera pronta y cumplida respuesta a sus demandas y a sus quejas. Isabel también mandó que se revisaran y se reformaran las leyes y los fueros de sus reinos y señoríos, y que se hicieran nuevas ordenanzas y pragmáticas para mejorar el orden y la seguridad

Última actualización el 2024-07-27 / Enlaces de afiliados / Imágenes de la API para Afiliados

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